Comentario
Badoglio, el vencedor de Etiopía, había desaconsejado el Duce el lanzamiento de un ataque sobre los Alpes, lo que había servido para retrasar en cierta medida el inicio de las actividades. Pero nada puede ya detener los hechos, y así Mussolini fija para el día 10 de junio la entrada en combate contra los enemigos del Reich. Una Francia ya postrada ante su inminente hundimiento a manos del empuje alemán será el objetivo directo de esta decisión. Así, a las 16:30 horas de ese día, el conde Ciano, ministro italiano de Asuntos Exteriores, convoca a los embajadores francés y británico para comunicarles oficialmente la declaración italiana de guerra.
Aquella misma tarde, a las 18 horas, el mismo Mussolini proclamará en su escenario preferido, el balcón del palacio Venecia y ante una gran multitud la entrada del país en el conflicto. En su habitual etilo grandilocuente justifica esta decisión echando sobre los países ahora enemigos la carga de la responsabilidad generada por la misma. Así, llega a proclamar: "Esta gigantesca lucha es solamente una fase más del lógico desarrollo de nuestra revolución. Es la lucha de los pueblos pobres y dotados de numerosos brazos en contra de los esquilmadores que mantienen ferozmente el monopolio de la totalidad de las riquezas y del oro del mundo. Es la lucha de los pueblos fecundos y jóvenes contra los pueblos estériles que caminan hacia su ocaso. Es la lucha entablada entre dos siglos y dos ideas diferentes".
Francia se encuentra en esos momentos absolutamente desmoronada, y solamente faltan pocas horas para que se produzca la rendición oficial de París, la capital. El momento elegido por Mussolini para lanzarse sobre ella no puede ser, de esta forma, más demostrador de un oportunismo que causa una fuerte y negativa impresión en todos los países democráticos. Ahora, el aliado del triunfante Reich podrá atacar impunemente a su vecino país, atravesado por multitudes que huyen del avance del enemigo y a punto de pactar con él su misma división territorial. Hitler, ante la noticia, notifica a Mussolini que se encuentra "profundamente conmovido por esta histórica decisión". Pero, de hecho, no pone demasiado énfasis en la cuestión, ya que ésta en definitiva no habrá de reportar a Alemania ventaja alguna de importancia.
Por su parte, la reacción manifestada por el presidente norteamericano Roosevelt resume de forma muy expresiva la impresión producida a las mentes de talante democrático. Comenta a través de la radio: "Hoy, 10 de junio de 1940, la mano que tenía el puñal lo ha clavado en la espalda de su vecino. Hoy, 10 de junio de 1940, enviamos al otro lado del mar a cuantos continúan con magnífico ánimo la lucha por la libertad, nuestros votos y nuestras plegarias". De hecho, Italia -dotada de un sistema económico débil y desarticulado- mostrará ya en los primeros momentos de lucha su real incapacidad para afrontar un conflicto de estas características. Los supuestos ocho millones de bayonetas que afirma disponer el Duce se verán muy pronto enfrentados a situaciones que escaparán a sus posibilidades de control.